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Mostrando las entradas de junio, 2014

Dieciocho

Un día estás sentado en la tierra, hay pasto casi nulo y la tierra parece estar un poco húmeda, lo suficiente húmeda para no alzar polvo, y lo suficiente seca para no mojarte. Estás sentado, y el mundo te importa un carajo. No te interesa, ni te estresa, ni la fecha ni el reloj, no hay pendientes, ni hay mucho que hacer. Más que la ardua tarea de imaginar, para poder jugar. Al otro día estás formado, en una fila un poco enorme, algo tienen las filas, nunca vas a estar cómodo en una de ellas, hace calor, te pica el pie, estas nervioso. Estás parado, esperando tu turno, para que te puedan atender. Si no fuera necesario en este país no tendrías porque hacer esto, pero, si tu nombre no está registrado, prácticamente no existes. La vida es un proceso, el mundo lo es también. Te dan los requisitos y de alguna manera debes cumplir con todos, para que pueda ser válida tu existencia por acá. Y a veces me pregunto si será necesario existir, sin tener que hacerlo. La primera etiqueta que recib

María

Yo me afeito, ella se maquilla, pienso; tal vez un día sea así de igual, en muchos años, esta vez estaremos ambos en la misma habitación, cargando los mismos problemas, durmiendo en la misma cama, cagando en el mismo baño, respirando en mismo aire. No como ahora, ella en su casa, yo en la mía, ella con sus problemas y yo con los míos, se manda un beso y un guiño a su lindo reflejo, qué guapa es. En tantos años después será igual de guapa, tal vez más, con esos ojos pequeños, esos labios carnosos, esa piel blanca ese hermoso cabello. Ella con un chongo, ha terminado, deja caer su cabello sobre la espalda y desde siempre le doy una mirada sonriente mientras gira, su vestido se eleva, y sus piernas blancas se lucen, ella me mira y me invita a pensar; «soy el hombre más afortunado». Cuando la veo así, no quiero nada más en este planeta. Ella me modela una vez más reclinandose, agachando la cabeza, tomando el filo de su vestido con la llema del índice y el pulgar, levantando un poco los b

Pastillas

Me tomé otra pastilla. No parece funcionar, a veces no funcionan las cosas. El televisor, el radio, el control remoto, la lampara, los ojos, el pene. A veces le doy golpecitos a las cosas, a veces, suele funcionar, y a veces no. No funcionará si me golpeo a mi mismo. Tengo que pagar para que alguien arregle esto. Tengo que pagar también para que alguien arregle mi televisor, o no podré ver el mundial, y eso sería una pena, ¿De qué hablaré con los amigos sino es de eso en las reuniones? Maldita sea, tengo que pagar también para que alguien arregle mis ojos, y no tenga que usar estos lentes. Pagar, pagar, pagar. La luz, el internet, el gas. La leche, tortillas y pan. Recuerdo cuando no tenía que pagar, y mamá lo servía en la mesa, con su sobrepeso y sus labios y mejillas maquilladas, con su cariño y sus apretadas de cachetes. Me estoy volviendo loco... Existe, la ligera posibilidad de que pueda evitar esto, pero... tendría entonces que salir corriendo. Tendría entonces que le