Pastillas

Me tomé otra pastilla.
No parece funcionar, a veces no funcionan las cosas. El televisor, el radio, el control remoto, la lampara, los ojos, el pene.
A veces le doy golpecitos a las cosas, a veces, suele funcionar, y a veces no.
No funcionará si me golpeo a mi mismo.
Tengo que pagar para que alguien arregle esto.
Tengo que pagar también para que alguien arregle mi televisor, o no podré ver el mundial, y eso sería una pena, ¿De qué hablaré con los amigos sino es de eso en las reuniones?
Maldita sea, tengo que pagar también para que alguien arregle mis ojos, y no tenga que usar estos lentes.
Pagar, pagar, pagar.
La luz, el internet, el gas.
La leche, tortillas y pan.
Recuerdo cuando no tenía que pagar, y mamá lo servía en la mesa, con su sobrepeso y sus labios y mejillas maquilladas, con su cariño y sus apretadas de cachetes.
Me estoy volviendo loco...
Existe, la ligera posibilidad de que pueda evitar esto, pero... tendría entonces que salir corriendo. Tendría entonces que levantarme y dejar de esperar a que esto pase solo. Tendría entonces que ser más rápido que mi mejor caballo.
Ya está, no lo soporto más, corro peligro aquí, uno nadie sabe quien te está observando. Quizá mañana sea la primera plana del diario, si alguien me estuviese mirando, grabando, fotografiando, todos pueden hacer eso hoy en día, desde que todos tienen una cámara.
Estoy cerca de casa, y si todo sale bien puedo llegar, nadie se va a dar cuenta, ni don Copio, ni doña Carmela, ni los niños que salen a jugar. Qué terrible, verlos ahí, jugando la pelota, me pueden dar un balonazo, y entonces explotaría. Puedo salir de esta, ya lo has hecho en el pasado, esta no es la excepción.
Entonces me levanto, hasta el momento todo va bien. Debo apresurar el paso, sólo son unos 50 metros aproximadamente. Vigilo, un vistazo atrás, dos a los costados, uno al cielo. Verán, sé que existen los ovnis, me consta, mi padre por ejemplo, vivía en un ovni, mamá me contó del día en que regresó a su planeta, vinieron reporteros de todo el mundo. Claro que nadie lo recuerda, pues mi padre uso un aparato similar al que usan los hombres de negro para borrar los recuerdos de los testigos, sólo que mi padre tenía uno enorme, y afectó a todos aquellos que vieron el acto, mi madre me contó que ella se cubría con lentes de sol traídos desde Acapulco, y a mí no me afectó ya que aún estaba en el vientre de mi madre.
No ha regresado papá, aunque no dudo que lo haga.
No puede dejarme solo en este planeta, un padre debe atender al hijo cuando la madre no está. Y mamá ya ha muerto hace un tiempo ¿A cuantos años luz estará el planeta de mi padre?
No puedo ir más rápido, la gente me va a ver de una forma muy rara, dejando a un lado mi cabeza calva, mis pantalones brincacharcos, mis zapatos estos que no son de mi talla, sino mucho más grandes. Me van a ver raro, por los pasos extraños que doy a prisa, y por los sonidos extraños que vienen conmigo.
Me detengo.
Algo extraño ha sucedido.
Me siento peor.
Tomo el frasco de pastillas, las pongo todas en mi mano. Saco, mi lata de cerveza, pongo las pastillas en la lengua son como unas 7. Tal vez todas en conjunto me hagan sentir mejor. No quiero matar a nadie aquí.
Casi me ahogo, ese trago estuvo mortal.
Ahora, tengo que correr, sólo restan unos 30 metros.
No me había dado cuenta, todos me están mirando. ¡Qué ven! ¡Hijos de pu-pu-putashu! Mierda. estornudé, se me ha salido medio cerebro con ese estornudo, y el piso parece baboso, lo remuevo con mi zapato, y todos me siguen mirando.
Me limpio la nariz con mi camisa, y se desfaja. Bah qué importa, ya he acabado mi jornada. Es viernes, y mañana no hay trabajo.
Una joven me mira, sí que es hermosa. Más con esa cara de asco dirigida hacia mí. Señores creo que me he enamorado hoy. Otra vez, como lo hago diario. Cuando veo una muchachita así de hermosa, con esas tetas y ese culo, la imagino que está ahí en una cama, de blancas cobijas, la veo comiéndose su mierda, vomitando en mi vientre, lamiendo mis huevos.
Me excito.
Bien podría, darle un putazo, dejarla inconsciente, robarla, violarla, matarla, enterrarla. Lo he hecho antes, lo volvería a hacer.
Me acerco un poco hacia ella. Todos me miran, y ¡boom!
Salgo corriendo. No por el miedo, ni la gente, ni la pena, ni el reloj. Sino para calmar a mi mente, que me pide estar en casa.
Mis pasos son algo falsos, y ya vi a los niños de la calle donde vivo, siempre he tenido miedo a los balones, desde la primaria, donde no me dejaban jugar, siempre he tenido mala suerte, mi cabeza es un imán de balones, o mis manos también, por lo general cuando llevo mi almuerzo en mis manos, tal vez por eso soy tan flaco, porque no almorcé bien en la primaria, o por los golpes del balón que siempre daban a mi cabeza, tumbaban mis lentes, sacaban mis lágrimas.
Empujo a un hombre en mi carrera. Algo dijo a mi espalda. No le escuché, no quise escucharle, hay cosas más importantes.
Ya casi llego a donde los pequeños juegan, golpeo al primero que veo, y cae al asfalto, otro pateó el balón, y me pegó en el estómago, y exploté. ¡Idiota! Le he gritado. Todos los niñitos corren asustados. Quisiera Matarlos a todos ustedes, ahora mismo. y mis gotas de lágrimas salen y me tengo que quitar los lentes para ver mejor. Otra vez me han avergonzado, como lo solían hacer.
Entro a mi edificio, Y todos son testigos, los niños, Don Copio, doña Carmela. No sé si la televisión, el periódico o demás curiosos. Pero ya acabó y no he acabado.
Subo por las escaleras, llorando, odio llorar, quisiera matar a todos.
Llego a mi departamento, y algo escurre de mis pantalones, desabrocho, abro la puerta del baño y me siento, pero ya no hay nada que sacar. Toda la mierda se quedó allá afuera en el camino, toda la mierda se quedó con los niños, don Copio y Doña Carmela, el pavimento y las escaleras.
No sirvieron las pastillas, no hay cura para mi diarrea.

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