Detén esto

 Stop it. Me odio a cada instante peleando en esta guerra, donde me paso el tiempo huyendo en busca de un refugio, uno igual al tuyo, el que tienes ahí entre el filo de tu mandíbula, tu cuello y tu cabello.


Otra vez recurro a tu fotografía, como cada vez que me falto a mí mismo. 

Y aunque debería encontrarme solo, te busco en consecuencia con anticipación.

Cuando me siento así disfruto más tus colores.


Fumé unos cuantos rojos. Bebí coronas en la fiesta de independencia.


Y ahora me encuentro aqui; mirando el lunar en tu cuello, lo quebrado de tu pelo, el pinta labios rojito sensual. Toda la vida me la he pasado huyendo, de aquí para allá, y de allá a con F.  En tanto he precisado un lugar allí; en el departamento de la azotea, donde el patio era la terraza y las ventanas daban a un árbol con ardillas y gatos trepadores. Los días de junio y sus lluvias frías, y de julio y sus fríos constipantes. Había momentos en cuanto habría deseado no salir al trabajo, ni a la universidad, ni a la tienda. Había momentos en que me quedaba con ella, así, arropados con los cobertores, abrazados enamorados. 


Es ahí cuando he precisado un hogar.


Pero desde entonces son un fugitivo de guerra.

Y no me quedan refugios, ni amigos, ni hogueras, ni latas.

En realidad no me queda casi nada.


Solo tu fotografía posando frente a tu espejo, mirando la  convergencia del presente, de tu juventud que no regresa, de tu piel en ese momento de tu vida, de tus ropas únicas, de tu mirada instantánea, de tu risa inmortal.


Solo me queda tu fotografía, el lunar en tu cuello, tu cabello a miles de kilómetros.

Tú, y tu eternidad.


Tú mi refugio sin que lo sepas. Ni que lo eres, ni el bien que le haces a los que son como yo. Con tan solo. Tú. Y tu milagrosa existencia divina.

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